
Nunca destacó por su poder vocal, pero aún conserva su expresividad y ese dominio en el fraseo que le permite llevarnos por un paseo, aparentemente sin esfuerzo, a través del terreno de las baladas, del western swing, del country-blues, del folk o incluso poner rumbo hacia sonidos del sur, hacia México. Lo mismo nos propone una larga noche de cervezas en un garito como un domingo por la tarde en la tranquilidad de un porche clavándonos a través de sus ojos claros emociones, sentimientos y nostalgia. Y es que debajo de esa imagen ruda, de viejo gruñón nos encontramos a un tipo sentimental que gusta cantar sobre el amor, la familia y la vida.
A pesar de su carácter introspectivo, es un disco lo suficientemente familiar como para ser reconfortante desde la primera escucha, que parece sonar mejor con cada nueva reproducción, fiel a la esencia de uno de los grandes cantantes/compositores de la historia de la música country. Parece que los artistas legendarios país a menudo hacen parte de su mejor música durante sus últimos años. Sin duda resultó cierto con el gran Johnny Cash y, con estas doce canciones, parece que Merle se prepara para seguir su ejemplo.
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